sábado, 25 de noviembre de 2017

EL COMPROMISO MASÓNICO


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EL COMPROMISO MASÓNICO

Con el compromiso pasa como con el sentido común: todo el mundo afirma tener de sobra, y critica rudamente su falta en los demás. Y sin duda es cierto que, en lo tocante a obligaciones contraídas, palabras dadas o fe empeñada, todo es opinable y todo es relativo. O casi todo.


Ingresar a una Orden como la Masonería debe ser, ante todo, con seguridad lo digo: un compromiso: con uno mismo, con el resto de los HH.·. y con el resto de la humanidad.
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Esas tres patas del taburete tienen que mantenerse siempre al mismo nivel, si no queremos caernos a la hora de sentarnos. Si desatendemos nuestra propia formación, faltamos a nuestro juramento, nos engañamos, serviremos de poco a los demás. Si no somos una herramienta de transformación de cuanto nos rodea, de nada habrá servido la iniciación y, de nuevo, nos engañamos y engañamos a los demás. Y lo mismo podemos concluir si desatendemos nuestras obligaciones para con nuestros HH.·.

Una de las muestras más claras de esa falta de compromiso con la Masonería, con los demás y con el juramento que nos vincula desde el día de nuestra iniciación, es la ausencia continuada de los HH.·. a las tenidas. Esa es una de las principales causas de desaparición de las Logias. Cualquiera puede tener inconvenientes o “compromisos profanos” (como acostumbran a decir para excusarse) un día, justo ese en el que el taller celebra sus tenidas. A cualquier H.·. puede sobrevenirle una situación así, y es evidente que cada cual establece sus prioridades como estima oportuno. De manera que, comprendiendo de antemano todo lo comprensible, no puedo entender ni justificar el hecho de que en nuestras Log.·. puedan haber HH.·. a los que no se les ve durante semanas y, menos aún, que se dé por sentado que hay quienes están eximidos de la obligación moral de asistir a los trabajos.

Menos respeto aún me merecen justificaciones del tipo: “me aburren las tenidas”, o “no me aportan nada”, o “es que no estoy de acuerdo con la forma en que el V.·.M.·. dirige los trabajos” o, peor aún, “es que una vez tuve un problema con tal o cual H.·., y desde entonces…”. Quizás alguien pueda considerar esas respuestas como razones, yo las denominaría excusas. Si te aburres ¿qué haces para animarlas?; si no te aportan nada ¿qué haces para aportar tú a los demás y elevar el nivel?; Si no vas por desacuerdo con el V.·.M.·. ¿dónde está tu tolerancia? y, sobre todo, ¿por qué no le ayudas?; Si tuviste un problema con un H:., ¿dónde dejaste tu compromiso de perdón y de fraternidad? ¿Dónde dejamos nuestro compromiso? esa es la pregunta. Y se necesita de un proceso de reflexión profunda y de toma de conciencia consecuente.

Y así surgen dos conceptos nuevos, que nos dan la clave: tomar conciencia de lo que es y supone ser Mason, y ser consecuente en nuestros actos con lo que creemos y decimos. Si eso está claro en nosotros, la atención al compromiso no será nunca un problema.

Entiendo que el compromiso de una persona con algo o con alguien tiene múltiples connotaciones e impactos: consigo mismo, con su entorno y con la sociedad. Si a esto añadimos el hecho de formar parte de la fraternidad masónica, el Compromiso debe escribirse en mayúsculas. ¿Por qué?, muy fácil de entender: desde el momento en que eres iniciado, desde el mismo instante en que haces el primer juramento, o cuando se te cae la venda y ves frente a ti a los HH.·., se produce un cambio radical en ti mismo: hay un antes y un después en cada uno de nosotros. Y éste después es, desde ese instante, el inicio de toda una nueva vida para vivirla como tal, como masón, con todo lo que ello significa y con todo lo que ello implica.

Para empezar, ser un eslabón más en la cadena de unión. O, dicho de otra manera, unirse a otras piezas más en la construcción de la Humanidad.

YO, mis QQ.·.HH.·., no vine a la orden a buscar “contactos” para mi profesión profana, ni escalar en la pirámide social, ni jactarme de que soy “masón”, ni creerme “superior” a los demás, por ese simple hecho.

YO, Estoy seguro que he dado el paso correcto, previamente busque, leí y estudie lo que pude conseguir sobre el “ideario” de la Orden a la que deseaba pertenecer.

Compartía los valores en que se sustentaba:

Libertad, Igualdad, Fraternidad, tolerancia, responsabilidad, solidaridad. Compromiso de ayuda al otro, Búsqueda de la verdad.

Tenía entendido que practicaba:

La cortesía y respeto al otro
La escucha activa
La no invocación de dogmas
El estudio e instrucción permanente
La entrega incondicional
El permitir el librepensamiento y el intercambio de opiniones
El autoanálisis o conocimiento personal.
Hasta aquí, digamos, conocía inicialmente la teoría de la “asociación” en la que estaba ingresando. Tras la ceremonia de la Iniciación, se añadieron otras informaciones recogidas en los Reglamentos, que sumaban elementos desconocidos hasta ese momento e imprescindible para el trabajo que iniciaba, así como un matiz más al recién adquirido juramento: el estudiarlo, aprenderlo y practicarlo debidamente.

Rescato la respuesta a ¿eres masón?: “mis hermanos me reconocen como tal y me aceptan”.

Si me van a reconocer y aceptar como tal es porque he de ejercitar y practicar, el compromiso con el Taller, la Logia y con la propia Obediencia participando activamente, más allá de la asistencia a las tenidas. Que desde un primer momento yo sabía que tenía que “rescatar” minutos de mi vida para el estudio, los trabajos, la colaboración en diversas tareas internas o externas al Taller. No me daba temor, tan sólo se trataba de no lanzarme impulsivamente sino de manera organizada, a la vez que constante.

También sabía que debía estar al tanto del estado y posibles necesidades de mis HH.·. Colaborando con ellos en la medida de mis posibilidades, Aportando ayuda de diferente tipo, no sólo económica, sino logística, intelectual…Generando y manteniendo lazos fraternales; posibilitando conocer a otros HH.·., con los que compartir, tanto momentos de trabajo o rituales, como espacios de ocio y encuentros personales.

Todo esto incorporado a la práctica cotidiana, no debe vivirse como un esfuerzo sino algo habitual en la vida de esta “nueva persona”. Entiendo que ya no se es como antes de la Iniciación, ahora, ese compromiso personal y voluntariamente adquirido, ejerce una función de “supervisor” de uno mismo. Cada acción que realizo debe ser diferente a la que hacía antes de entrar en Masonería.

Nuestras respuestas, nuestra actitud hacia determinadas vivencias, ante determinados problemas sociales, económicos… deben observarse y vivirse con otros lentes distintos. Ahora, no podemos dejar pasar las cosas de cualquier manera. No, estamos comprometidos con la Humanidad, con su Progreso y eso, no se hace de manera abstracta, sino sumando fuerzas, añadiendo pequeñas acciones sumatorias a otras tantas, alzando la voz ante las situaciones injustas o frente a la conculcación de los derechos sociales, económicos y culturales de toda o parte de la humanidad. Ser masón me compromete cada día, cada instante, siento que la cadena que me une a mis HH.·. me genera obligaciones y, a la vez, me nutre de compensaciones. La fundamental: el tenerles, el saber que están ahí para enseñarme, ayudarme, orientarme. Para disfrutar de muchos instantes de aprendizaje, de confidencias, de debate…

¿Hay algún otro compromiso que compense tanto?

POR LO DEMÁS, HE DICHO

Apr.·. M.·. J.·. R.·. G.·.

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